El mito de Merkel
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Axel Kaiser
Una de las ideas más absurdas y a la vez más repetidas por analistas políticos es aquella según la cual los gobiernos que reciben un gran apoyo electoral han sido buenos para la ciudadanía.
El caso más emblemático de que esto no es más que un mito lo constituye Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos. Ningún presidente antes o después que él fue más adorado y ninguno antes o después que él probó ser más desastroso para el bienestar de los norteamericanos. Su programa del New Deal, como ha demostrado largamente la literatura económica, fue el verdadero origen de la Gran Depresión que destruyó la vida de millones de personas en Estados Unidos y el mundo entero. Y sin embargo, precisamente porque sus recetas intervencionistas eran tan populares, los norteamericanos lo eligieron tres veces consecutivas, con lo cual se convirtió en el presidente que más tiempo estuvo en el poder en la historia estadounidense.
Un mito similar al de Roosevelt ha surgido con Angela Merkel. Si por política se entiende preservar el poder entonces Merkel, que no duda un segundo en transar sus principios para obtener un beneficio político, merece los más altos elogios. Pero si por política se entiende gobernar teniendo en vistas el bien común, Merkel no obtiene buena calificación. Durante todo su gobierno no ha habido ninguna reforma relevante y su política de rescate del euro, que implicó la violación de todos los tratados de constitución de la unión monetaria, ha llevado a los contribuyentes alemanes a asumir deudas que ascienden a impagables 700 mil millones de euros.
Recientemente, el ex canciller Helmut Schmidt advirtió que, contra lo que ha asegurado el gobierno de Merkel por años, a más tardar el 2014 Alemania deberá comenzar a pagar sumas siderales de dinero producto de los paquetes de rescate. Para muchos alemanes, lo más indignante de esta situación es el hecho de que los beneficiarios de estos dineros han sido esencialmente los banqueros de Europa, principales acreedores de los llamados PIIGS. Mientras tanto, las poblaciones del sur europeo se encuentran en una verdadera cárcel monetaria que les impide restaurar competitividad, ahogándose en el desempleo, en la indigencia y en deudas que crecen con cada día.
Pero si Merkel lo ha hecho tan mal, entonces ¿por qué hasta ahora Alemania ha salido bien parada de la crisis? ¿No es acaso eso mérito de su gobierno? Categóricamente no. La economía alemana ha ganado en competitividad producto de las reformas liberales realizadas por el canciller social demócrata Gerhard Schroeder, quien gobernó antes que Merkel. Fueron los social demócratas los que redujeron el estado de bienestar alemán y no Merkel. En consecuencia son ellos los principales responsables de la fortaleza económica germana. Y el costo no fue menor para Schroeder, quien pagó las duras reformas con su puesto de canciller.
Esto prueba, una vez más, que la popularidad de un gobernante no es necesariamente una consecuencia de su contribución al bien común.